...recuerdos de aquel niño que leía los libros de Gil Pérez en el viejo sillón de La Vega, aquellos recortes amarillos en el armario, aquellas tardes en la fría piedra del estadio, aquellos sueños, pensamientos y deseos que tuve desde aquella grada que fue mía, DESDE MI GRADA VIEJA...

viernes, 28 de agosto de 2015

El cromo de Peñín


En el mundo de los cromos de fútbol, en ocasiones, se produce esa paradoja de que en algún momento y para alguna colección determinada, no sea el “Messi” de turno el ejemplar más cotizado de la misma y sí jugadores más desconocidos, anónimos incluso, los que despierten el mayor interés en el coleccionista, simplemente, no por su historial de méritos deportivos, si no por la mera dificultad en conseguirlos.

Eso fue lo que sucedió con el ejemplar que representaba a Don José García Peñín en la colección de la editorial murciana Mateo Mirete publicada para la temporada 82-83.

La fama de José García Peñín defensa zurdo de la U.D.Salamanca que jugó en el primer equipo cuatro temporadas entre 1980 y 1984, disputando hasta 19 partidos en 1ª división, no trascendió probablemente más allá de la memoria del aficionado salmantino (que no es poco); pero en el caprichoso mundo del coleccionismo, su figura, su cromo, aquel de 1982 de aquella colección comentada, le dio y aún la conserva, fama nacional.
Logrando, que en el particular mundo de los cromos de fútbol si preguntamos a cualquiera que se haya interesado, en aquel tiempo u hoy mismo, por los míticos álbumes de ese cénit del coleccionismo futbolístico que fueron los años 80, puede que no le digan mucho los nombres de otros futbolistas y sus cromos, contemporáneos al salmantino: Marco Antonio, Miguel Ángel Patricio, Teófilo Abajo… Pero Peñín; Peñín es una leyenda.

En 1982 (año de mundial local) fueron muchas las colecciones de fútbol que se editaron, y a la sombra de las clásicas y habituales como las de ediciones Este o Panini, surgieron otras de más baja calidad que utilizaron el “gancho” de los regalos para intentar ampliar seguidores; así la editorial Mateo Mirete que representó en sus páginas a los 18 equipos de primera división con trece cromos cada uno; regalaba todo un balón de reglamento a aquellos que lograran completar la misma. Así lo anunciaba en su contraportada:


Como no podría haber sido de otra manera, la dificultad en la consecución del balón estribaba en que a diferencia de las colecciones habituales (de cromos limitados), en las que la probabilidad de obtener cada uno de los cromos se suponía la misma cuando uno abría el sobre; en éstas, solía haber varios cromos infrecuentes y casi siempre uno, muy difícil de conseguir, lo que dificultaba sobremanera obtener el premio comentado.

Así, en el caso de la colección que nos ocupa, fue la imagen de Peñín la elegida por la editorial Mateo Mirete como llave para obtener el balón; pues su consecución en alguno de los sobres, en aquellas lejanas fechas, era prácticamente imposible.

Fuimos muchos los que intentamos por aquel lejano 1982, completar álbumes de fútbol. 
Los que optaron por el de Mateo Mirete en busca del balón, se encontraron con la dura realidad del infrecuente cromo de Peñín, y los que desistieron, cerraron su colección con una huérfana página de la UDS con un hueco entre sus figuras, imagen que aún hoy, familiar nos resulta a muchos.


En el coleccionismo, como en el mundo del buen vino dicen, algunos cromos mejoran con los años; y hablo de valor económico; cromos infrecuentes, ediciones erróneas… son el deseo principal del que busca los que pocos o nadie tiene.
Desconozco, hoy, el valor que pudiera alcanzar esta colección completa o el simple cromo de Peñín sin pegar para una casa de coleccionismo.
Incluso hubo un tiempo en el que me pregunté si ese cromo en verdad existió, o incluso si alguien en algún lugar de España lo había llegado a ver alguna vez…

Y sí, existió, yo lo vi… aunque quizá en estos casos, sea mejor mantener la incertidumbre:


Dedicado a Don José García Peñín (Salamanca 30/5/1958-25/8/2015)




Cromos de la U.D.Salamanca editados para esta colección:
Alineación, D'Alessandro, Bezares, Peñín, Herrero, Pedraza, Enrique, Tomé Marco Antonio, Corchado, Brizzola, Rolón, García Murcia.

Colección de cromos adhesivos, con los 18 equipos de 1ª división representados (234 imágenes) y donde la mayoría de las fotografías eran similares a las que Panini empleó para su álbum de la misma temporada 1982-83. (VER).

Fuentes:
Foro halaunion.com
David Sierra


miércoles, 12 de agosto de 2015

La mirada de Juanjo y Rezza

Hay gestos, poses, actitudes ante un objetivo que marcan.
Cuando de crío decidí colgar el póster de M.A.S de 1976 en las paredes de mi habitación para engrandecerla con la imagen del equipo más glorioso de la historia de la UDS, tomé como costumbre, de forma regular, detenerme delante de ella y observar cada detalle de la misma; llegando a escrutar con frecuencia cada recoveco que aquella maravillosa lámina escondía. (VER: Siempre conmigo).

Y siempre, siempre, como atraído por un imán imaginario, me acababa deteniendo en dos hombres, Juanjo y Rezza, los dos únicos, de aquel once histórico, que eligieron el objetivo de Chema y no otro, para mirarlo fijamente mientras la prensa disparaba; logrando con sus miradas un gesto de proximidad, para mi extraordinario, que los hacía tan intimidantes como cercanos.

Fueron muchas las veces que mi imaginación superó la imagen y aquella pose, en la que juntos en la formación, los dos defensas centrales titulares de aquel once, grandes, musculosos, fuertes y desafiantes, me hicieron acercarme a la grandeza de aquel equipo a través de sensaciones, del que vive lo que nunca vivió de alguna manera... y sentir como propia la magnitud de un bloque que defensivamente, gracias a ellos, entre otros, levantó admiración por toda España.

Esta semana se marchó Juanjo, Don Juan José Enríquez Gómez y la imagen que he sentido como la más grandiosa de la historia de la UDS desde niño se quedó huérfana de aquel gigante barbudo que observé tantas veces y admiré desde mis orígenes como aficionado, sólo con lo que me imaginaba.

D.E.P señor Juanjo, y no dude que me seguiré plantando delante de su mirada cada cierto tiempo, porque la Unión, su grandeza, y aquel orgullo blanquinegro del que Salamanca presumió alguna vez gracias a ustedes, se transmitirán eternamente en su mirada.



jueves, 6 de agosto de 2015

Soñando goles

Fui de aquellos niños que empezaron a dar patadas a un balón agarrado a Naranjito; de aquellos que en las fiestas del colegio cuando todavía se hablaba de 2º de preescolar y la pelota era más grande que nosotros, me vistieron de la Unión Deportiva Salamanca con el pantalón negro por encima del chándal por si me caía; fui de aquellos niños de los que en su colegio no tenían equipo de fútbol grande y sólo podían jugar al fútbol-sala, de aquellos que intentaban hablar de la Unión en los recreos y nunca encontraban con quién, de aquellos que crecieron sumidos en el fenómeno Butragueño; y que sumaron a Maradona, como pilares del futbolista que como niños, la actualidad televisiva de mediados de los ochenta hizo que quisieran parecerse.

Quizá fue por eso, por los espacios pequeños obligados del “futbito” y los modelos futbolísticos de la época, en los que lo sutil predominaba sobre la fuerza; por lo que desde entonces admiré siempre más la propuesta del envío raso que del largo y bombeado; entendí la “pared” como la forma más pulcra de desbordar al contrario y elevé el recorte en el arte del regate, por encima del desborde al sprint en los vértices del área. Integrando para siempre en mi interior, que en la definición, en los uno contra a uno frente al arquero, era la belleza del “pase” a la red ante su media salida, preciso y elegante, el que me llenaba y no tanto así el disparo con potencia... y que al final (como le escuché a Navalón años después) del embroque se sale andando, acompañando el remate del lance; el balón; con una media mirada...

Por eso y desde esa grada que tanto echo de menos hoy, en el estadio Helmántico, fue ese corte de jugador de “entre-líneas” los que más me llegaron; jugadores combinativos, frágiles en ocasiones, pero elegantes, con pies que empleaban una escuadra y un cartabón en sus decisiones...

Y así, como no podría haber sido de otra manera, de crío yo también deseé acercarme a aquello con mi humilde juego.

Avanzaron los años ochenta, y mis ansias por querer jugar en un equipo se colmaron en el colegio, donde alcancé mi principio y mi final como futbolista; futbolista de fútbol-sala, no había otra cosa; corría 1985 y aún recuerdo cuando Simón nos repartió aquellas camisetas rojas usadas por varias generaciones del colegio una tarde tras las clases; el día que en los soportales del Maestro Ávila nos dividieron en alevín “A” y alevín “B”, para mi desconsuelo. "Así podrás jugar más" -me dijo mi padre-.

Paseé mis pobres hechuras como atleta por muchos patios de la capital salmantina, con la ilusión del que en cada metro de cemento, imaginaba correr por aquel tapete verde que antaño cubría el firme del Helmántico... hasta jugué en el pabellón de la Alamedilla y aquello me pareció poco más que Wembley, el de ahora no, el legendario, el de toda la vida.

Pero desgraciadamente, fui de aquellos niños con ansias de balón que manejaban la teoría con cierta facilidad pero su cuerpo no era capaz de llevarla a la práctica. 
Para esta última, para ese arte del dominio del juego y la pelota sólo me servían las noches y sus sueños; porque ya acostado, sobre la almohada de mi casa de Salamanca, incluso antes de saberme dormido; como por arte de magia, el mismo balón que botaba siempre largo en el ajado cemento del colegio y siempre encontraba una pierna rival para oponerse al pase deseado; dormido rodaba fácil y botaba siempre como había imaginado un segundo antes de recibirlo, y los disparos eran precisos, y los pases medidos, nunca, nunca fallaba.
Aún así, a veces, en ocasiones, pocas, o al menos una sola vez en la vida, algo de eso soñado sí sucede; y uno lo guarda en ese trocito de la memoria de lo que sí pasó; y en ocasiones, cuando algo pulsa ese botón que refresca las imágenes y las envuelve en color de nuevo, se eriza la piel de los recuerdos:

Se consumían los últimos días del invierno de una de aquellas temporadas de Alevín, y tocaba visitar al Salesianos “B”, “debutar” en aquel añejo patio que vio formarse a tantas generaciones de grandes jugadores unionistas.

-Caído a banda derecha, cuando la primera parte tocaba a su fin, un balón rechazado me alcanza; un solo defensa ante mi, adelanto el balón, conduzco,  recorto hacia la derecha y ¡sí!, sólo el portero delante...-

Entonces, bien fuera por mi poca fuerza al golpear la pelota, bien por aquellos posos de jugadores sutiles y de espacio corto que admiré y que finalizaban apuntando, bien influenciado por del que no hacía mucho tiempo fue considerado delicado gol por excelencia, aquel del “Buitre” en San Paolo, o por qué no decirlo, por esa pulsión o automatismo del que no le da tiempo a pensar y simplemente lo hace.

-...ante su salida, golpeé sutil a su derecha; superándolo, y poste, y gol, todo lento, todo despacio; lo sé porque no perdí de vista aquel balón que entraba y que no entraba mientras me iba alejando, en esa celebración que empezaba pero no empezaba, con mi índice en alto...-

Celebración a la que casi 30 años después me llevó el visualizar esta maravillosa imagen del irrepetible Gombau a un gol de Maxi en el añorado Calvario, que sirvió para pulsar ese botón de la memoria que refresca las imágenes del que os hablaba, y que me transporta cada vez que la miro a la misma pose, a las mismas miradas a un balón sutil que aquella mañana en el cemento de Salesianos; donde por primera y última vez en mi vida hice con un balón en los pies, lo que tantas veces sólo había soñado.